Historias de Alberti
Marta Trota, 36 años de docencia a prueba de todo
Llegó “llena de miedo” y con apenas 19 años a la escuela 33. El proceso militar, los guerrilleros y hasta la puja con padres y alumnos “que ya no le tienen el mismo respeto a los maestros” no pudieron doblegar a una mujer fuerte por donde se la mire. Un emblema de la localidad.
Marta no es de respuestas largas y extensas. Es concreta, concisa y clara. Firme. Prefiere las acciones. Esas que la hicieron transitar incólume 36 años de docencia en Alberti, un lugar al que llegó “llena de miedo” y con apenas 19 años. Era su primer cargo y, con su título de maestra bajo el brazo, hizo oídos sordos a los que les decían que “tenga cuidado” y pese a que le temblaban las piernas no dudó.
Su “debut” en Alberti, fue en el año 1971 y pese al tiempo Marta lo recuerda como hoy.
“Muchas veces tuvimos que suspender las clases porque teníamos guerrilleros o militares en la escuela”, recuerda Marta, una mujer símbolo de Alberti. Dice que aún no perdió la paciencia que la signó siempre, pero que tanto los alumnos como los padres no sienten el mismo respeto por el maestro.
“Cuando me dijeron que venía a Alberti me comentaron que era un lugar peligroso”, rememora Marta, con la mirada puesta hace 36 años.
¿Y cómo siguió su reacción?
Con miedo, porque me hablaron bastante mal de la zona y como era jovencita en mi casa también tenían miedo de que yo viniera para acá. Pero después fui aceptada. Empecé a querer a los chicos, me sentí muy bien y nunca jamás tuve un problema con nadie ni violencia. Me quedé y hace más de 30 años que estoy.
En un marco de un contexto social y político para nada fácil en aquellos primeros años...
Sí, era muy difícil, porque después vino la época del Proceso Militar. Por eso teníamos muchas interrupciones. Se levantaba el dictado de clases no sólo por la presencia de militares, sino porque en varias oportunidades han venido guerrilleros a la escuela. Fue una época de miedo. Para estar con los chicos en el grado.
Pese a eso usted eligió la docencia, ¿por qué?
A mí siempre me gustó estar con chicos, me gustó enseñar y me dedique a eso. Actualmente les tengo paciencia, les tuve mucha de joven pero particularmente soy una mujer de paciencia.
¿Cómo era la enseñanza? ¿Hay un cambio?
Es que era distinto el ambiente de los chicos. Eran muy respetuosos con los docentes, hoy no se ve tanto respeto. Os padres también lo eran, muy correctos y hoy no veo eso. Hoy prima la agresión.
¿Por qué se produce este cambio?
Yo creo que es la sociedad que está distinta y cambiada. La droga el alcohol.
Tenía miedo pero al mismo tiempo usted llegó en una época en el que el progreso recién asomaba.
Y cuando yo vine, todo era calle de tierra. No había teléfonos y solamente estaba el ferrocarril. No estaba la línea de colectivos así que muchas veces hemos caminado cuando no había trenes. Hemos venido desde la Panamericana. Era un páramo en esa época Alberti. A veces teníamos que entrar con los proveedores que traían los insumos para el comedor. Tampoco había remises, estabamos bastante solos.
Tiene una hija docente...
Si, es maestra jardinera.
¿Influyó usted en esa decisión?
Creo que sí, quizá por el ejemplo que tomó de mí.
¿Que opina de las nuevas generaciones de maestras?
Hoy el docente cambió mucho, en su imagen en su forma. Yo lo veo en las chicas jóvenes. Nosotras éramos de otra forma no tan conflictivas, aceptábamos lo que nos decían. No éramos de renegar.
¿Ustedes tenían alternativas de hacerlo?
Sí había, pero nosotras no estabamos acostumbradas, porque somos de una generación donde no se decía que “No” a nada. Ni a los padres, ni a los directivos. No sabíamos decir que no cuando se nos pedía algo. Pero ahora eso pasa porque es otra generación que se maneja distinto.
¿Qué le dio y que le quitó la docencia?
Quitarme nada, a lo mejor horas para estar con mi hija o con mis padres. Darme me dio mucho amor, los chicos siempre fueron muy cariñosos conmigo y yo también lo fui con ellos. Me estoy por jubilar y me llevo los mejores recuerdos.
A Marta hasta le da pudor admitirlo, pero la llena de tristeza ver caminar por las calles de Alberti a “sus alumnos” que pasaron por sus manos y amor durante estos 36 años y que muchas veces no la reconozcan o la saluden.
“Yo me acuerdo de cada uno de ellos, pese a que pasaron tantos años y me pone mal que a veces no levanten la cabeza para saludarme. Igual guardo el mejor recuerdo de todos ellos y los siento parte de mí ser”, concluye Marta, una docente que, como muchas otras, se han aferrado con fuerzas a su vocación. Una maestra a prueba de todo.
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